Humburg comenzó el primer acto con cierto desenfoque del balance entre orquesta y escenario, como si le costase coger el ritmo. La verdad es que la disposición en la primera escena de los cantantes algo atrás y el carácter abierto de la escenografía hicieron que se perdiera bastante sonido de las voces, sobre todo en el caso de una Eichenholz que también necesitó un tiempo para templar la voz. Pero salvo esos momentos, Humburg estuvo muy atento a ese intenso tejido orquestal y a los incesantes cambios de ritmo, con momentos especialmente brillantes en el tercer acto, en los que la Sinfónica ofreció un bello sonido aterciopelado. (DIARIO DE SEVILLA 17.2.)
Como ya hemos adelantado, la dirección musical de Will Humburg fue otro de los puntales de la velada. Desde el primer compás logró imponer una intensidad dramática que no decayó hasta el final de la función, con la única y lógica excepción del monólogo de Jenufa en el segundo acto donde imprimió un carácter ensoñador y poético, destacando tanto la textura camerística como los rasgos impresionistas del pasaje, lo que por contraste incrementó la tensión de las escenas posteriores. Salvo algunos pasajes en los conjuntos, donde fue apreciable cierta falta de limpieza en el sonido, el director hamburgués supo extraer un color básico de una entregada Sinfónica de Sevilla. También fue apreciable su atención a la escena, no solo en lo que respecta a la atención a los cantantes sino a la propia dramaturgia. Como en la coda que corona el segundo acto, por citar un ejemplo significativo, dilatada aquí hasta el límite para propiciar más tiempo a lo que está sucediendo en el escenario y, por lo tanto, un mayor impacto de la barbarie cometida por Kostelnička, propiciando que su última frase – «¡es como si la muerte asomara!» – cale hasta lo más profundo del espectador.
(CODALARIO COM 20.2.)
Will Humburg es un veterano director alemán que supo, con garra y buen hacer, llevar a buen puerto la interpretación de una partitura tan bella como ecléctica. Janacek, creador de un estilo propio, bebió en el folklore eslavo pero también recibió influencias de la música más vanguardista que se hacía en Rusia y Alemania. Humburg, con gestos contundentes y precisos, controló con maneras de un eficaz Kapellmeister a una estupenda Real Orquesta Sinfónica de Sevilla, que una vez más mostró su gran nivel. A destacar el virtuoso trabajo de la concertino Alexa Farré Brandkamp, que se lució en los momentos que le brinda su parte en solitario.
(PLATEA MAGAZINE 20.2.)
Una contribució més que destacada a l’èxit d’aquesta Jenůfa va ser la del director Will Humburg. Des de les primeres notes obsessives del xilòfon, el motiu del molí que reapareix durant tota l’òpera, va dirigir l’Orquestra Simfònica de Sevilla amb un gran tremp dramàtic que donava tota la intensitat a la melodia contínua de la partitura. El cor del Teatro de la Maestranza també va estar a molt bon nivell.
(POLITICA & PROSA 21.2.23)
La lectura de Will Humburg desde el foso fue pródiga en contrastes, y concertó de modo muy adecuado a medida que avanzaba la noche, consiguiendo con la ya mencionada oración de Jenufa que el público contuviese el aliento. Muy acertado además el ritmo de los números más folkloristas, y espectacular, por las siempre empastadas secciones de la orquesta, la explosión final. (MUNDO CLASSICO 21.2.23)
Y la orquesta, brillante, en una partitura tan rica de matices en el desarrollo del silabismo, con esas células cortas y repetitivas que se adelantan (no se olvide que esta ópera se estrenó en 1904) a la música minimalista. Will Humburg estuvo muy atento al equilibrio entre voces y orquesta y a que los instrumentos reflejasen el contenido de las palabras, que fue una de las grandes innovaciones del lenguaje musical del compositor moravo. Bienvenida, pues, esta Jenufa que contó con un equipo técnico de lujo en el diseño de escenografía, vestuario e iluminación, con un buen elenco de cantantes, coro y orquesta, una minuciosa dirección orquestal y una puesta en escena absolutamente modélica. La lluvia redentora del final, con esa luz misteriosa como salida del crescendo de los instrumentos, ha sido de lo mejor que se ha visto en el escenario de este teatro.
Jacobo Cortines (SCHERZO 20.2.23)
Robert Carsens Regie wurde von der musikalischen Form des Werks voll unterstützt, gemächlich, aber dennoch ausdrucksstark und fesselnd. Hinter ihr steht Will Humburg, ein deutscher Dirigent mit einem reichen Repertoire und einer Erfahrung von Verdi und Wagner bis hin zu Ligeti, Penderecki, Zimmermann, Nono, Henze, Matthus und Rihm, ein Künstler, der drei von Janáčeks Werken aufführte, als er Musikdirektor des Staatstheaters Darmstadt war: „Jenůfa“, „Das schlaue Füchslein“ und „Die Sache Makropulos“. Er hat Interesse und Verständnis für dessen Musik, tat viel, um den Wohlklang und die plötzlichen Wendungen hervorzuheben, führte die Sänger selbstbewusst an und arbeitete hervorragend mit dem Real Orquesta Sinfónica de Sevilla zusammen, das seine Fähigkeit bewies, viele Details umzusetzen. Die musikalische Interpretation hatte in der Balance von Bühne und Orchester, im Chor und spürbar selbst in den Solopartien eine präzise und feste Struktur. Es war kein lapidarer Janáček, sondern ein gesungener, oft eher lyrischer, aber dennoch an entscheidenden Stellen äußerst dramatischer, in einer seltenen Einheit von Musik und Regie. (Übersetzt aus dem Tschechischen)
PORTÁL O KLASICKÉ HUDBĚ